1820-1850
LA SAL SOSTIENE A LA ALDEA
El auge de los saladeros rioplatenses y del sur del Brasil, permitió que hacia 1820 Patagones superara la crisis iniciada en 1810, al convertirse en proveedora de sal de esas plazas. Esta actividad generó un efecto multiplicador que excedió ampliamente el valor de las exportaciones de este mineral convertido en insumo vital para la economía rioplatense que integró a Patagones a sus circuitos mercantiles.
Se produjo entonces, una notable expansión económica al abrirse mercados regulares para su trigo y los derivados de una ganadería apoyada por la instalación de dos saladeros: cueros salados, tasajo, astas, grasa y crines eran los nuevos rubros de la economía local que se agregaban a los tradicionales jamones y a los productos de la sociedad indígena. Consecuentemente se extendió la superficie de los cultivos y de las estancias ganaderas. En la banda norte, las explotaciones llegaron hasta unas cinco leguas aguas abajo del Carmen y unas dos leguas aguas arriba. En la ribera sur se llegó hasta San Javier por el Oeste y cinco leguas hacia la desembocadura. Inclusive se asentó una estancia en Bahía San Blas, la primera del interior de nuestro Partido.
Este auge provoca la llegada de nuevos hombres que se sumaron a los viejos propietarios y se dedicaron a la ganadería, la agricultura, la explotación de los saladeros o el comercio.
La acelerada demanda de mano de obra fue cubierta por presos deportados por el gobierno de Buenos Aires. Convictos de faltas como ebriedad y vagancia hasta de homicidios, aportaron sus brazos en una cárcel sin barrotes que era el Carmen; una isla entre el mar y las lanzas.
La década de 1820 marca el punto más alto de articulación económica y política entre los tehuelches y Patagones. El punto más sensible de ese contacto era la vital provisión de ganado que aquellos realizaban, producto en su mayor parte del ganado cimarrón de la península de Valdez y del ganado proveniente de las tribus de Sierra de la Ventana recogido de los malones a las estancias bonaerenses y de su propia cría.
Hacia 1820 el Carmen era visitado por distintas tribus, cuyos territorios se ubicaban entre el río Colorado y el estrecho de Magallanes. Aquí obtenían harina, yerba, tabaco, aguardiente, azúcar, telas, naipes y objetos de hierro. De acuerdo a su procedencia traían a cambio ganado, tejidos, quillangos, lazos, cueros, plumas y pieles. El ganado
En la margen sur del río, establecían sus campamentos en los que al partir, para continuar sus itinerarios, solían dejar a las mujeres embarazadas y enfermos hasta su nueva visita a Patagones. Así, la aldea llegó a adquirir tal importancia para la sociedad indígena, que aún en los momentos de mayor beligerancia, los malones que arrasaban los campos no agredían su sector urbano.
Un nuevo orden institucional
El rol económico del Carmen en el concierto provincial como proveedor de sal, explica la creciente e inédita atención que le dispensaron las autoridades centrales, procurando un reordenamiento institucional y de recursos en el establecimiento.
Así se designó como Comandante Político y Militar a José Gabriel de la Oyuela, un hombre enérgico y eficiente que supo canalizar los esfuerzos del gobierno para optimizar las potencialidades de la economía local. La población eligió un alcalde y dos tenientes alcaldes y el primer representante maragato a la legislatura bonaerense. Además se crearon la primera escuela pública, el servicio de correos y la agencia del Banco de la Provincia de Buenos Aires.
Pero las fructíferas relaciones con los tehuelches se quebraron a fines de esta década, a raíz de la violencia hacia adentro de la sociedad indígena y entre ésta y los estados argentino y chileno. Al avance sobre tierras indias a ambos lados de la frontera, se sumaron los enfrentamientos entre parcialidades mapuches a consecuencia de la guerra de emancipación chilena. A ello se unió el cruento desplazamiento de los tehuelches por los mapuches en la norpatagonia. Todo ello produjo una profunda alteración de la territorialidad indígena dejando al Carmen sin interlocutores con los cuales pactar condiciones de cooperación como las vigentes hasta entonces.
De tal modo se desbarataron los logros económicos alcanzados. El área de cultivos y explotaciones ganaderas retrocedió todo lo que había avanzado en una década.
En esta etapa, la guerra con el Brasil tuvo en El Carmen a un heroico protagonista al repeler en 1827 una invasión imperial.
Luego de la caída de Rosas en 1852, la violencia en las pampas alcanzó un punto álgido. Los conflictos principales se vinculaban, por una parte, con la necesidad de los indios de garantizar rutas para el tráfico de ganado a Chile y territorios para sus tribus. Por otra parte, el Estado de Buenos Aires y su rival, la Confederación Argentina con capital en Paraná, a la vez que no cejaban en su progresivo avance sobre los dominios indígenas, incluían en sus técnicas de hostigamiento mutuo la alianza con tribus aborígenes.
De tal manera que la guerra en la frontera enfrentaba corrientemente coaliciones de indios y blancos que asolaban tanto pueblos como tolderías.
La aldea ingresó entonces en un estancamiento que sólo superaría cuando se estableciera en la región un nuevo liderazgo aborigen con el cual pactar condiciones de seguridad para el agro maragato.